A día de hoy pocas cosas nos escandalizan, pero cuando veíamos la tele de niños hubo alguien que nos sorprendió por ser un pervertido e irreverente tapón, Chicho Terremoto. Serie estrenada en 1981 y creada por Noboru Rokuda cuyo nombre original era Dash Kappei o Dashu Kappei, donde el protagonista es un pervertido pequeñajo que además un genio del baloncesto y que marcó nuestra infancia con su actitud descarada.
Chicho Terremoto es un estudiante bastante bajito que tiene como afición jugar al baloncesto, a pesar de su altura quiere demostrar que para él nada es imposible, por ello se apunta en el equipo del instituto, cuyo nombre es el de Búfalos, cuyo uniforme era de color rojo (haciendo homenaje a los Chicago Bulls, equipo de moda en la época en el que jugaba Michael Jordan), aunque también nos recuerda a la equipación de los protagonistas del manga Slam Dunk. Chicho estaba enamorado de Rosita, una chica dulce, guapa, muy prudente y que siempre se preocupaba por él. No hay que olvidar al resto de personajes, como la entrenadora Eva que además de desesperarse por las locuras de Chicho también sentía gran respeto por su espíritu de lucha que demostraba; sin olvidar al resto de jugadores del equipo, destacando a Tobías, la otra estrella del equipo que no paraba de equipararse con Chicho. Por último cabe mencionar a Bobby, un perro parlante que vestía unos gayumbos muy dignos y que competía con Chicho por el amor de Rosita.
La serie fue una novedad, ya que Chicho tenía una obsesión calenturienta por las mujeres y verles las bragas (sus favoritas las blancas que eran símbolo de pureza), cosa que antes no habíamos visto antes en un programa para público infantil; además era egocéntrico, engreído y sin sentido del ridículo, por ello no paraba de hacer trastadas. En ocasiones las conversaciones estaban un poco subidas de tono, sin embargo la serie no fue cancelada ni recibió demasiadas críticas, aunque podría haberse considerado de dudosa moral, pero debajo de esa capa de gamberro pervertido había grandes valores como el esfuerzo de superación y no darse por rendido nunca. También hay que añadir que hacía muchas parodias de otros deportes como hockey o ping pong, usando en cada uno de ellos técnicas de lo más estrafalarias para compensar las carencias que ofrecía su cuerpo, demostrando que con esfuerzo y tesón podía alcanzar cualquier meta.
Un pequeño inolvidable que nos enseñó que rendirse
no es una opción. Y que acuñó una frase mítica con cada triple que encestaba
diciendo: “¡Tres puntos, colega!”.
Grandiosa serie sin duda todo un icono de nuestra infancia y de la gran época que tuvimos la suerte de poder disfrutar.
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